En el ondulante paisaje suburbano de las estribaciones de la sierra al norte de Córdoba nos encontramos con una parcela con los restos de un jardín, que debió ser interesante, y un perímetro endiablado. Un programa claro y solo una instrucción, ella no quería un “cortijo”.
Barajamos varias propuestas que tenían que ver con la pendiente, el norte, las vistas y la piscina existente. Todo ello llevaba a la elección de una cota que permitiese a la casa intermediar entre el plano de la piscina y el del acceso de vehículos en la parte alta de la parcela. Finalmente se optó por un plinto en parte empotrado en el terreno, entre dos patios, que garantizase una estabilidad térmica, importante en un clima como el de Córdoba.
Una vivienda que se extendiese en patios, jardín y vistas, por la que circulase el aire fresco. Una vivienda para invitar, en la que disfrutar los fines de semana en compañía de familiares y amigos, con los niños correteando, entrando y saliendo de la casa.
La parcela sobre los fragmentos del antiguo jardín encontraba su orden con la nueva edificación.
