Habíamos hecho una reforma en su vivienda habitual en Madrid y, cuando al cabo de unos años heredó una parcela en el pueblo de su familia, nos pidió que proyectásemos una casa en la que eventualmente jubilarse con su pareja y pasar los fines de semana, frecuentemente con amigos.
Ubicado en la vega del Duero, cerca de Zamora, Villaralbo es un pueblo de nieblas frecuentes e inviernos fríos. La parcela se encuentra entre huertos, donde las calles dejan de estar flanqueadas por fachadas y empiezan a estarlo por tapias. Tal vez influidos por este clima nostálgico, la solución obligada de la fachada principal a la calle como una tapia sin huecos, un fondo edificable de 15m y la reserva de un paso de carruajes hacia el fondo de la parcela, para su mantenimiento como huerta; resolvimos la casa como un biombo, multiplicando la secuencia de unos patios minúsculos con los interiores vivideros.
Dos volúmenes simples, uno para la pareja y otro para invitados, construyen contra la tapia perimetral un mundo de pequeños patios e intersticios como callejuelas, en los que el interés recaería en los sutiles cambios de luz de los días grises del invierno, y en los cambios de color de una ampelopsis que cubriría la vivienda. La disposición de los huecos multiplica las vistas cruzadas a través de ese mundo exterior, haciéndolo presente en todas las estancias. La idea de una casa introvertida en la que pasar una plácida jubilación.